22 febrero 2012

rescate*

     Porno, eso, porno es lo que escribía, porque después de releerlo no se me ocurre otra categoría en la que incluir estos relatos. Hace poco, rebuscando algo entre las carpetas antiguas de mi disco duro, di con algunos de los relatos que escribí hace unos años, y como digo, "quasi" porno. Este es solo uno de los más light. Hay alguno por ahí que hasta me sonrojo al leerlo, pero este me ha dejado buena sensación al terminarlo (aparte de reacciones físicas inesperadas), además porque recuerdo perfectamente al chico en cuestión y la situación de la biblioteca, verídica de hecho, solo que sin sexo, para decepción mía.

     No me extiendo más, os dejo el relato en si:

""[...] el problema de la redistribución de beneficios y cargas en el suelo urbanizable y en el suelo[...]"

- Esto del derecho me está matando, además son ya casi las cuatro, va siendo hora de irse, ¿no?
- Si, vamos a dormir que estoy ya harto de Física

Recogemos el campamento que tenemos montado en una de las mesas de la biblioteca. Saliendo me ofrece un cigarro que nos fumamos tranquilamente en el banco de la puerta.

- Oye ¿antes a dónde has ido?
-¿Cómo que a dónde he ido? Como si no lo supieras
- Ya, lo se, pero me refiero al lugar, porque en mitad de la calle no creo que haya sido
- No, hija. Hemos ido a su piso, que no estaban los padres
- ¿Y si no hubiera tenido casa? Porque digo yo que tiene que haber algún sitio al que ir con coche…
- ¿No estarás pensando en irte con alguien?
- No, ahora no, pero otro día quién sabe, siempre es bueno saberse esas triquiñuelas
- Ahora cuando te lleve a casa nos pasamos por allí
- ¿Me vas a llevar al picadero oficial?
- Tú eres la que quiere conocerlo…

Fácil de encontrar su coche en el ahora vacío aparcamiento, nos dirigimos en dirección contraria a nuestros domicilios.

- Como sigas por aquí vamos a llegar al fin del mundo
- Ya, es que está en el fin del mundo, de hecho esa es la cuestión, que esté apartado y oscuro
- Cierto

Seguimos cinco minutos más por una calle interminable en la que va habiendo cada vez menos farolas de alumbrado y comienzan a desaparecer los edificios. De pronto llegamos al final del tramo asfaltado y, tras un escalón con el que casi rozan los bajos del coche, se convierte en carril de tierra regularmente apisonado y evidentemente sin una sola lucecita. Otros tantos metros adelante, se detiene y maniobra hasta meter el coche de culo en un carril que sale del que nos encontramos nosotros. Apaga las luces y detiene el motor.

(¿Pero qué haces?) Se me ocurre pensar pero no me atrevo a decir. Está quieto, mirando al frente, he de suponer que es aquí, pero ¿por qué se para? si yo solo quería saber dónde era. Al verlo maniobrar pensé que se volvería. Le miro por curiosidad, de reojo, tampoco me atrevo a mirarle directamente ni a preguntarle. Sigue mirando al frente con una mano en la palanca de cambios y la otra apoyada en la puerta, pensativo.

Nunca ha pasado nada, y creo que inconscientemente nos hemos puesto de acuerdo para que no pase. Somos los mejores amigos del mundo y es mucho el tiempo que hace que nos conocemos, cosa que no quita que haya habido momentos de verdadera tensión sexual entre nosotros, pero si saliera mal sería mucho lo que perderíamos, así que mejor dejarlo como está. Pero entonces ¿qué está haciendo ahora? Me gustaría saber qué se le pasa por la cabeza, porque realmente me apetece estar con él en todos los sentidos, “si saliera mal…” es lo que siempre pienso y creo que él también, pero si saliera bien podría ser tan perfecto que me hace dudar si arriesgarme a la posibilidad de perderlo, de hecho es que no se me ocurre cómo podría salir mal, entre nosotros no hay manera de que nada salga mal, es imposible.

Decidido. Ahora: ¿cómo empiezo? Porque eso si, como no empiece yo, lo veo hasta que amanezca ahí sentado mirando al frente sin hacer nada. Por otra parte ha sido él quién ha tomado la iniciativa de traerme y pararse, así que me toca actuar. Deslizo mi mano sobre mis piernas hasta llegar a la palanca de cambios donde se encuentra la suya, volviendo la mirada hacia el otro lado, sin querer mirarlo por si su reacción es negativa. Le alcanzo con el dedo meñique y jugueteamos con los dedos acariciándonos las manos (uff, eso ha sido un si). El corazón se me va a salir del pecho, pero por otra parte me encuentro más tranquila al ver que me ha respondido a las caricias. 

Ahora si, le miro, él también miraba por la otra ventanilla. Gira la cabeza pero la agacha, fijando sus ojos en nuestras manos ya quietas, pero aun entrelazadas sobre la palanca. En medio de la oscuridad vislumbro una media sonrisa en su cara, le sujeto la barbilla y hago que me mire dedicándome el gesto a mí y devolviéndoselo cariñosamente. Nuestros cuerpos acortan distancia entre ellos. A un palmo de distancia, ambos inclinados, nos miramos fijamente y giramos lo necesario para que los relieves faciales no nos impidan juntar los labios. 

Abajo, nuestras manos soltaron la palanca hace tiempo y ahora se acarician brazo arriba hasta una espalda masculina y un hombro femenino. La otra, libre antes, acaricia ahora la blanca piel de su cara y se enreda en su pelo largo y moreno, mientras la suya acaricia mi torso suavemente.Cuando la vista empieza a nublarse por la cercanía, los ojos se cierran voluntariamente, dejando así los demás sentidos a flor de piel. Su olor, más cerca, tan cerca que me aturde, el de siempre, tan característico, pero mucho más intenso. Y por fin el tacto, su piel contra la mía, sus labios finos y temerosos junto a los míos carnosos y deseosos de él, de todo él. Se abren un poco, suficiente para notar su sabor al primer roce con su lengua. Se abren más y ahora nuestros sabores se juntan y se mezclan al son de movimientos descompasados. Un segundo, nos separamos. Miramos vergonzosamente y volvemos a besar, con más ganas, con deseo, está claro, quiero, queremos. Pasan minutos, nos volvemos a separar.

Encontradas las miradas le señalo el asiento trasero, con la cabeza casi agachada por parecerme demasiado atrevida la proposición de pasar a un siguiente nivel. Con otro sería totalmente natural, de hecho ya llevaríamos un rato ahí detrás y hablaríamos y jugaríamos y lo pasaríamos bien, pero con él, es todo tan especial que no quiero ni abrir la boca, vaya a estropear este aura de magnificencia que irradiamos al estar juntos.

Mueve el interruptor de la luz del techo para que no se encienda al abrir las puertas, indicándome que sí. A la vez ponemos las manos en las manecillas para abrir y nos miramos antes de hacerlo asintiendo ambos con la cabeza. Haciendo el menor ruido posible, nos pasamos detrás y parece que el ambiente cambia, el paso ya está dado, ya que hemos llegado hasta aquí no vamos a dar marcha atrás, solo queda seguir adelante.

Cerradas ambas puertas nos volvemos a acercar, esta vez con menos pausa. Eleva su mano y me acaricia la mejilla, mirándome con ojos diferentes, nuevos, como si fuese la primera vez que me ve, a lo que yo respondo sonrojándome y agachando la cabeza cual gatito contra su mano. Nos seguimos acercando hasta que nuestras bocas entran en contacto. Un beso ahora menos inseguro, más instintivo. Noto sus manos acariciarme el cuerpo sin tocar en zonas comprometidas, tímido. 

Me muevo en el asiento para tomar una postura un poco más cómoda y me sitúo de muslos abiertos sobre su cintura. Le noto abajo, un bulto bajo su pantalón que roza y me excita provocando un cúmulo de sensaciones nuevas al tratarse de él. Una mano de la espalda se acerca indecisa hacia delante, pidiendo un permiso que le confirmo moviéndome un poco hacia atrás haciendo que su mano llegue a donde deseaba. Se ayuda ahora con la otra mano y me masajea con la cabeza gacha, vergonzoso. 

Mis manos recorren su torso y comienzan a explorar bajo su camiseta levantándola un poco, tocando su piel suave y caliente. Baja ahora las suyas para imitarme subiendo más mi ropa que yo la suya, momento que aprovechamos para dar un siguiente paso: el desnudo. Descubierto el torso, las cosas parecen más fáciles. Ya no titubea, me desea y sabe que me tiene. Sus manos van directas ahora a mi pecho, que a la altura de su cara, alcanza con la legua fácilmente. Forcejea en mi espalda para desabrochar lo que me queda arriba y deshacerse de ello. Libres ambos nos tocamos y nos besamos cada vez más apasionado, con ganas, con 
muchas ganas de tomarnos. 

Cuelo una mano entre nuestros cuerpos que empiezan a transpirar, llegando al borde de su pantalón, donde lo que antes rozaba se antoja más caliente y duro si cabe. Le desabrocho el botón y la cremallera se baja por arte de magia, dejándolo bajo la ropa interior que presiona menos y ahora todo parece más. No puedo evitar tocarle, entrar en contacto con esa parte de su cuerpo, sobre la fina tela que lo cubre, pero ya todo se aprecia. Ante esto se detiene, sus manos que me acariciaban bajan a mi cintura y su cabeza se deja caer sobre el respaldo con los ojos cerrados. Me ayudo con la mano libre y levanto la tela, entrando en contacto 
directo y sintiendo su placer en una contracción de sus abdominales acompañada de un suspiro con el que absorbe todo el oxígeno del coche. 

Le dejo disfrutar con mi mano mientras le beso el cuello y voy bajando por el torso con los labios. Llegando al ombligo intensifico las caricias, mi lengua lame todo su cuerpo acercándome poco a poco a donde se encuentra mi mano. Llego, pero no toco, me acerco más, hasta que nota mi respiración sobre él, con la punta de la lengua acaricio, sólo un poco, suficiente para que vuelva a suspirar. Le miro y me devuelve una sonrisa a medio camino entre un: “hija de puta, métetela ya en la boca” y un: “me encanta lo que me haces”. 

Le hago caso a lo primero, aunque lo segundo es también evidente. Le bajo un poco más la ropa para dejarle libre al completo y levanta la cintura para que se la baje a los tobillos. Obedezco a su gesto, dejándole como su madre le trajo al mundo. Perfecto ante mis ojos. Con una caricia húmeda le recorro todo, desde abajo hasta la punta donde encuentro un sabor amargo que no es el de mi saliva. Juego con él, voy y vengo, a veces más intenso, otras casi sin querer tocar, unas con la mano, otras con mis labios, con ambas a la vez al final y ahí se estremece, noto el escalofrío que recorre su cuerpo cuando lo tengo entre mis labios, llegando hasta la garganta y a la vez mis manos acariciando unos centímetros más abajo. Unos segundos de éxtasis y le dejo, recorriendo el camino por su torso a la inversa hasta llegar a su boca. Un beso que me devuelve desesperado. 

Sin más preámbulo baja sus manos directamente a mi pantalón, que desabrocha sin problemas, pero no es tan fácil introducir la mano. Se incorpora en el asiento indicándome que me levante y después que me tumbe en la medida de lo posible, dentro del pequeño habitáculo en el que nos encontramos y en el que comienza a hacer calor. Hago lo que me indica y cuando decide deshacerse de mi ropa le ayudo de la misma manera que él a mí antes. Los pantalones colgando de una pierna, le doy permiso separándolas, dejándole hacer. Sin esperarlo noto su mano, sus dedos haciendo y deshaciendo sensaciones, arriba del todo, abajo luego, también, ambas manos actuando y de pronto su lengua, sensual acariciando la ingle primero mientras sus dedos juegan dentro y fuera de mí. Se acerca y llega y ahora ya no se cuántos son los que entran o salen porque todo se concentra arriba. No puedo evitar mi manía de cogerle de los pelos. Pasado el momento de exaltación se empiezan a apreciar todo, y roza con todo en todos sitios, los dedos arriba, la lengua abajo, viceversa, y una de las veces, abajo, sus dedos dentro, pero no es el placer habitual, no suben hacia mí, bajan, y sin estar detrás, se aprecia otro tipo de satisfacción que hace entrever los placeres de lo aún no probado. Un inevitable gemido sale de mi garganta. Levanta la vista para mirarme, le sonrío y me la devuelve con cara de satisfacción. Sabe lo que hace. 

Sin opción a regodearme, me deja disfrutar un poco, lo suficiente para dejarme con ganas de más, aunque eso siempre pasaría. Vuelve a mí, nos besamos y nuestros cuerpos se acercan por primera vez desnudos a la misma altura. Él sobre mí, yo de piernas abiertas, separados por menos de un palmo de aire cada vez más a nuestra temperatura, hace calor y me aturde, y junto a él la sensación es sofocante. Se acerca despacio hasta que el desnudo se roza, se acaricia contra mi cuerpo dubitativo y le abro paso, un pie en el techo y se abre más, la cadera sube y estamos a la misma altura para que todo encaje. Fácil, húmedo, resbaladizo, avanza y entra, y lo hace hasta el infinito, soltando a la vez un suspiro en el que se entrevé la primera vocal. 

Nos movemos al compás, él con más libertad, despacio al principio, más intenso con el tiempo. Se incorpora mientras se mueve y acierta cuando acompaña los movimientos con caricias de sus dedos unos centímetros más arriba de donde está la acción. Aquí me aturde, cierro los ojos para sentirlo todo más cerca si se puede, le dejo hacer, me muevo menos, me concentro en mí, en acumular todo el placer en el mismo punto, en él dentro y su mano haciendo. De pronto cesa, sale dejándome al borde del abismo, pero lo hace para acariciar de forma diferente, con la punta, con su punta carnosa y mojada de haber estado dentro de mí, se restriega fuera por todo y eso me pone más nerviosa todavía. En el momento justo, a punto, entrando las serpentinas por mi cuerpo, cuando los músculos comienzan a contraerse vuelve a entrar, ahora embistiendo con más fuerza. Llega y mi cabeza vuela, ahora no son suspiros ni gemidos, son alaridos de placer, le abrazo subiendo mi cuerpo, apretando el suyo contra el mío casi sin dejarle movilidad, me muevo yo descompasada y le muerdo, por suerte en el hombro que no queda al descubierto con ropa. Terminan las sensaciones y todo se relaja, mi cuerpo se queda flácido y se deja caer mientras él sigue moviéndose ya más tranquilo.

- Perdón – me siento mal por el bocado. Ha podido doler. 

Se ríe y niega con movimientos de cabeza quitándole importancia. Normalmente me apetecería dormir, pero estoy con él y le tengo dentro y sigue moviéndose mientras sus ojos me observan con mirada dulce. Me sigue gustando y como siempre, tengo ganas de más. Tomo la iniciativa y le levanto haciendo el intento imposible de que no salga de mí en el cambio de posición. Volvemos a lo anterior y me siento a horcajadas sobre él. Me vuelvo a acariciar por el exterior con él antes de que entre, mientras juguetea con mis pechos acariciándolos y lamiéndolos entre “uffs” que salen de sus labios. Por fin le guío dentro y se acomoda delantando la cintura al borde del asiento y estirando las piernas, posición en la que cuando entra lo hace hasta el último milímetro de su piel. Me lo pone fácil, domino la situación y me muevo adelante y atrás sin salir lo más mínimo, de hecho, intentando que cada vez entre más, porque cada vez que pasa da ahí, en ese punto tan adentro, ese centro del placer que algo tendrá de especial porque no es a mí a la única que vuelve loca. Me sujeta de las nalgas ahora y me da una ayuda que no necesito con los movimientos. Un tortazo que suena más que duele e incorpora la cabeza que había apoyado antes sobre el espaldar. Me busca con su boca y la abre como un león al encontrarse con la mía, dejándome tanto espacio para actuar que no se dónde besarle. Le abrazo por los hombros y apoyo mi frente sobre el espaldar en que él tenía su cabeza. Ahora nuestros cuerpos están en total contacto, mi pecho contra su pecho, sudando y moviéndonos cada vez más. Cambian mis movimientos y ahora hago que salga entero, hasta la punta, casi fuera y después vuelva a entrar hasta dónde estaba, repetidas veces cada una con más intensidad y noto que sus manos en mi trasero se detienen y presiona con las yemas de los dedos. La indicación que necesitaba. Está a punto y le satisfago, muevo más intenso, más rápido y más salvaje, le gimo al oído mientras con una mano le agarro de los pelos y abajo se descontrola la pasión. Pongo la otra mano donde le termina la espalda y presiono contra mí para que roce más. Sus manos se mueven y me abrazan ahora la espalda con tal fuerza que me estruja contra él dejándome casi inmóvil, lo que me hace mover más despacio y rozar más. Entonces le noto dentro, aprecio los latidos de su corazón y las convulsiones que el placer le produce, acompañados de sonidos más disimulados que los míos, pero que no dejan de ser escandalosos. 

Permanecemos así un momento, sonriendo sin vernos la cara. Me muevo, nos vestimos entre el silencio y miradas cómplices y volvemos delante. Me lleva a casa sin mediar palabra. 

- Nos vemos mañana en clase – es lo único que dice al bajarme del coche. 

Ambos sabemos que no se repetirá"

     Ahora que veo estas situaciones con la distancia de años y relaciones perdidas, me arrepiento de no haberle acariciado esa mano que tenía en la palanca. Esta historia podría haber sido cierta, pero no tuve el valor de acariciarle en los casi diez minutos que estuvimos mirando al frente, nerviosos, sin mediar palabra, y que definitivamente acabaron volviendo a casa sin más. A día de hoy sigo sin saber porqué no lo hice, cierto es que en aquel momento pensaba que tenía mucho que perder. Si hubiese sabido que lo perdería de todos modos, probablemente me hubiese arriesgado. 

5 comentarios:

  1. De nada sirve lamentarse hoy, los años me han enseñado que más vale no quedarse ninguna palabra en el cajón, ni intentar controlar ciertos desesos, los "y si.." no servirán mucho cuando estemos muertos.

    ResponderEliminar
  2. Suele pasar, nos arrepentimos de lo que no hacemos más de lo que hacemos. Por eso mi lema es CARPE DIEM

    Besos ;)

    ResponderEliminar
  3. Vaya, no debería haber leído esto a las siete y media de la mañana, jajajajaj!
    A veces no somos nosotros quienes actuamos, sino el destino. Y si en esta historia no hubo más pasos hacia adelante, quizás es porque tenía que ser así...¿Quién sabe?

    ResponderEliminar
  4. Siempre es mejor actuar, verdad?

    Bisous.

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias por tu visita. Y como Mercedes Mar, yo no debería haber leído esto tan pronto por la mañana, y además después de un cambio de horario. Entre unas cosas y otras me encuentro un poco... en fin... impactado.

    ResponderEliminar